Área Pequeña

Hace tiempo que la moto no funciona; dos años atrás le notamos que hacía un ruido raro; dejamos pasar el Rommel Fernándeztiempo, nuestro amigo que entiende nos dijo que no pasaba nada, que a tirar con ella. Ahora arranca con mucha dificultad y parece que se va a parar en cualquier momento. Por eso la hemos llevado a que la vea el mecánico. Dice que mejor nos compramos una nueva, él mismo nos la vende si queremos. Nos ha puesto un precio muy bueno, dice que la pasa “de estrangis”. Pero, cuidado, un pajarito me ha dicho que han repintado la vieja y es ésa la que nos quieren colar de rondón; lo cierto es que por dentro sólo le han cambiado las bujías, pero la junta de la culata está para el arrastre. Como mucho, nos da para tirar algunos kilómetros, penando más que disfrutando, en condiciones precarias, sabiendo que más temprano que tarde terminará por decir “basta” y se detendrá para siempre. Menos mal que me han avisado, si no llega a ser por eso me lanzo y la compro.

Se les llena la boca con que el Albacete Balompié es de todos; el abuelo y el nieto son pequeños accionistas. Lástima que murió el abuelo y el padre no reclamó la acción, que duerme el sueño de los justos en espera de la próxima Junta General. Tal vez la utilice el Consejo de turno, para engordar sus acciones delegadas. O la esgrimirá el opositor salvapatrias, aspirante al sillón sin tener que aflojar la billetera. Pero, por supuesto, no vendrá el forastero a aprovecharse de nosotros, ni de Valencia ni de Madrid, ni de China ni de Dubai. Aquí los forasteros tienen que saber que las gastamos igual o peor que al otro lado del Río Grande. OK Corral va a ser un juego de la Play si viene un Piterman cualquiera a retar a nuestro Wyatt Earp. Y si el sheriff que hay no puede con él, tenemos un ramillete de intrépidos cowboys curtidos en mil batallas en la llanura contra cuatreros y forajidos. El ganado está a [.....]

[.....]  salvo, y el pueblo respira tranquilo porque los de aquí, los paisanos, van a volver a sacrificarse por nosotros.

Que el club que comanda, circunstancialmente, el conocido mercader de la iluminación, da para una película merecedora de unas cuantas nominaciones al Oscar lo sabemos todos. Desde el mismo Contreras cuando se disfraza de moro en su cuadrilla ferial, igualico que Lawrence el de Arabia, con su cargamento de lámparas esperando que un Aladino (cualquiera de los insignificantes abonados) frote y pida los deseos reglamentarios, hasta el portavoz de la autoproclamada oposición con esa soberbia gabardina Casablanca-style; Audítala otra vez, Ubaldo; siempre nos quedará la Fuente, Mariano. Y revoloteando por medio SuperCandel con la capa roja, Batman López Ruiz y Robin Molinero, todos contra el supervillano Magneto Parra. Kriptonita “pa dar y regalar”. Hay que salvar Gotham City como sea.

Como parece que el Siglo del de las Luces está dando sus últimas bocanadas  (qué largo se ha hecho) procede ahora, por lo que se ve, lanzar a los hombres buenos a bucear por los archivos del Ministerio de la Verdad y empezar a borrar pasadas noticias desagradables. No tenemos aquí Gran Hermano, pero sí, al que se ve, Pequeño-Accionista-Con-Jeta, que nos va a convencer de que el Consejo virtualmente caído era buena gente, que cometió algunos errores pero sin mala intención. Si les dejan a estos de la Bandera Blanca acceder al sillón mediante golpe incruento sabrán ser magnánimos con los vencidos y no les apretarán las tuercas donde se merecen por haber conducido a la SAD al borde de la quiebra. Se atribuye a un político mexicano, en pleno ataque de incontinencia verbal mitinera, describiendo la crítica situación del país y sus posibles remedios, la gloriosa frase: “Ciudadanos, estamos al borde del abismo. ¡Ahora es cuando hay que dar un paso adelante!” Me parece que la alternativa asesorada por el dilecto profesor Ubaldo nos lleva por esos derroteros.

Entre que decidimos si son galgos o podencos vienen los perros y nos quitan de en medio. En lo que tardamos en dilucidar qué cirujano opera al paciente, va y se nos muere. Quiera Dios que aguante, que nos cepillemos a los de las islas el sábado y que sólo haya que ir pensando en conseguir doce o catorce puntos más. Gracias al cielo (o más bien al coco de los ingenieros de seguridad de una conocida marca de automóviles) vamos a seguir contando con quien perfore el marco contrario. Porque oyendo lo de Calle no pude evitar pensar en aquel Toyota impecable estrellado en la carretera de Tinajeros. Ojalá el madrileño nos de las mismas alegrías que el malogrado Rommel. Tal vez el espíritu del panameño andaba de guardia la otra noche y se empeñó en que su equipo, el de la última camiseta que vistió, no se quedara huérfano de gol. Qué casualidad, viene el Tenerife. Siempre Rommel.