Área Pequeña

Pancarta FerrandoBuscábamos a Simeón y encontramos a Parri. Ocurrió en el mismo minuto, en la misma portería, con una falta en la frontal. El gol de Simeón marcó el devenir del Alba en la primavera de 2003, y concluyó en un ascenso a Primera, la nostalgia para los que habían vivido una experiencia similar doce años antes, la locura para la generación que veía lejano recibir a las estrellas de la Liga de los galácticos en el humilde recinto del Belmonte. El gol de Líbero no tendrá el mismo lustre, no se editarán libros con las imágenes del ascenso. A la larga, no obstante, puede que el lanzamiento que le dio los tres puntos a los locales el pasado domingo tenga la misma trascendencia, tal vez más, que el de aquella matinal televisada.

Se había puesto la cosa fea tras los resultados del sábado. No deja de ser triste que el aficionado del Alba vea ya como algo natural sacar la calculadora cada vez que juegan los rivales directos, no para promocionar a la máxima categoría en esta ocasión, sino para no caer a las profundidades de las que no se sale más que a duras penas. El Murcia se había deshecho del aspirante Almería, y el Tenerife no había fallado en su visita al colista Eibar, con los dos pies en Segunda B. Los isleños, que nos esperan en el Heliodoro para clausurar la temporada, quedaban con los mismos puntos que el Albacete. De ganar el Castellón el domingo, ya no habría colchón entre los de Ferrando y el descenso.

El domingo se jugaba, por lo tanto, en el césped y en el simultáneo. Mientras la grada asistía impávida a una nueva lección de antifútbol por parte local, que se desenvolvió durante los noventa minutos con lo que unos llaman precaución y otros pánico, el marcador escupía resultados tranquilizadores para los encendedores de alarmas; el Recre ejecutaba rápido al Lleida, a la vez que el Numancia se agarraba a unas hipotéticas opciones de ascenso dando buena cuenta del Rácing de Ferrol. Así las cosas, el resultado inicial en el Carlos Belmonte se antojaba, como mínimo, no desastroso. La cosa quedaría con el Alba alejándose un punto más de la zona peligrosa, lo que permitiría un pequeño respiro, pero no acabaría con el transcurrir agonístico de las jornadas que vienen. Así, resignados a seguir sufriendo, después de pasar más de un susto, se echaba encima el final del partido, cuando fue Parri y batió a Cobeño en un lanzamiento de falta en la que la barrera visitante no ofreció sus mejores  prestaciones.

Marcar Parri, acudir el once casi al completo a la vera de Ferrando, encararse éste con un grupo de aficionados que habían enseñado una pancarta animando a don César a tomar el camino de Tavernes, todo fue uno. Volvemos a las andadas; ya [.....] 

[.....] tuvimos un primer episodio de intento de amordazar la libertad de expresión con el affaire Foroalba, y ahora viene la segunda parte. Mal que le pese al Consejo, vivimos en un país donde la Constitución otorga este derecho fundamental; será discutible si es o no momento de calentar el ambiente con peticiones de dimisión, pero lo que resulta absolutamente palmario es que cualquier aficionado puede exigir lo que le parezca razonable, siempre dentro de los límites que le impone el mismo texto constitucional que lo ampara.

En rueda de prensa, ofreció César esa cara poco amable que le viene caracterizando en los últimos tiempos. Retador, agresivo, respondió desabridamente a los periodistas que le inquirieron sobre el particular de la pancarta. Que si él quiere mucho al Alba, más que muchos, que lo está pasando mal, que no está en Albacete de cachondeo. Muy tenso, terminó pidiendo disculpas si había ofendido a alguien. Se podría haber ahorrado las disculpas si se hubiera guardado para los adentros la peculiar celebración del gol y su explicación posterior, tan fuera de tono. Tampoco son buenas las comparaciones y los ataques de amor a los colores; las hemerotecas tumban a demasiados héroes. Llegó Ferrando a Albacete siendo un auténtico desconocido, y el Consejo de Contreras le puso el escaparate, para que el valenciano aprovechara la oportunidad de la mejor manera posible: con un ascenso y una temporada en la máxima categoría. El Consejo confió en César, la afición lo ensalzó en los momentos buenos, y no  se volvió nunca contra él, ni cuando inició la andadura en la máxima categoría con cuatro derrotas consecutivas. Digo esto porque parece ahora que Ferrando casi nos dejó en la UEFA; pongamos las cosas en su justo término, una buena temporada en la que se consiguió el objetivo de la permanencia sin alegrías pero sin apreturas.
Y después se fue al Atleti, como profesional que es, se desvinculó de  su compromiso de palabra con Contreras para iniciar su andadura en el Atleti; nada que reprochar, salvo que lo hiciera público en la radio antes que con su club. Y luego, volvió, si tenía otras ofertas resulta, en todo caso, una cuestión de fe. Lo cierto es que negoció un contrato de ensueño para un puesto de técnico de Segunda. O sea, que no volvió para jugar en Tercera, ni para entrenar a un equipo acuciado por la necesidad de puntos; volvió para dirigir a una plantilla que no podía tener más horizonte que el retorno entre los grandes.
Por lo tanto, lecciones de albacetismo y de amor a los colores, las justas. Ni más ni menos.

Al terminar el partido, Contreras, móvil en ristre, recibía un moderado baño de multitudes cuando bajaba por la Avenida. Alguien debería recordarle que ahora empieza la época de rendir cuentas, los días en que habrá que responder a muchas preguntas. Conseguido virtualmente el objetivo de la permanencia, a menos que las cosas se tuerzan sobremanera, se inicia ahora el difícil camino de asegurar la viabilidad institucional en términos económico-financieros. Y de dar la cara ante la afición, que tiene muchas ganas de desahogarse, de plantear muchos interrogantes, entre los cuales no será el menos importante el de si hay algo que haga que merezca la pena volver a depositar su confianza, en términos de adquisición de abonos, en un supuesto proyecto que ya ha malgastado dinero y crédito. Se suele decir que habrá tiempo para analizar lo que ha pasado, ahora es el momento de remar en la misma dirección. Ya hemos terminado de remar, o al menos esperamos que la inercia nos lleve a la orilla si n mayor contratiempo. Ha llegado el tiempo de poner mucho sobre la mesa. Suena el pistoletazo de salida.