Área Pequeña

Alineación Elche-AlbaSe aproxima el fin del verano, con el apéndice jubiloso de la Feria septembrina para los que habitamos la urbe de la llanura, trayendo consigo la gran Liga de fútbol, nuestra Liga Profesional, la de Primera, y la recién nacida liga bancaria en la que se encuadra el Albacete Balompié. Previas a la cabalgata, y para asombro de los viejos del lugar, vienen dos victorias desatando la euforia, cicatrizando las heridas y aportando el soplo de ilusión que andaba muerta y a un paso de ser enterrada. Sólo ha pasado una semana desde el desenlace esperpéntico del plazo de fichajes, nada por aquí, nada por allá, y le hacemos ficha a Pacheco, pero no para jugar. Después de la tempestad, del papelón enésimo de los dirigentes, viene la calma, y poco tardarán los Ángeles y los Antonios en empezar a sacar pecho; sólo falta una victoria el sábado, en plena Feria, para verlo.

Que si hombres y no nombres, que si el grupo y no el individuo, la milonga eterna solo se resuelve a la luz de los goles. Cuatro a favor, dos en jugada y dos a balón parado; uno en contra, y tenemos finiquitada la ecuación: puestos de ascenso. ahora viene el Málaga, después Castilla y Vecindario, y ya me veo yo antes de octubre con 15 puntitos. Me froto las manos ante tamaña perspectiva antes de bajar a la tierra. Porque aquí parece que es lo único que cuenta; si el equipo funciona, entendiéndose por tal el hecho de ganar, los de arriba sacarán la mirada perdonavidas. Y eso no es más que ignorar la fractura  y el desapego de una masa social exigua hacia los que la representan. No me sacarán de mis casillas, de ningún modo. Soy la persona más feliz del mundo al mirar la clasificación por la parte alta; pero gestionar una sociedad no significa cimentar todo en el golpe de suerte. ¿De qué estaríamos hablando a estas alturas si el árbitro no señala un penalti, por ejemplo? Me llena mi Alba, pero no basta.

Las alegrías, los [.....]
 
[.....] momentos felices, hay que disfrutarlos y no hacerlos agrios con la crítica. Por supuesto que sí, dejemos por unos días aparcado el guirigay y los desatinos de otros, y centrémonos a partir de aquí en glosar las glorias ferrandinas. A estas alturas, nunca es tarde, hemos descubierto que en segunda (la BBVA, que queda mucho más fashion) hacen falta más guerreros que dandis. Válgame Dios, si llegan a hacer una encuesta en la grada habrían llegado a tal conclusión hace algún tiempo. O si se lo llegan a preguntar a Rafael Candel o a don Benito. Insisto, si han visto la luz ahora, bien hallada sea la conclusión. No poder contar con estrellas de relumbrón por apreturas económicas (eso sí, el banquillo nos cuesta un ojo) significará atender al clásico y hacer de la necesidad virtud; o, dicho de otra forma, confiar en que Azkorra se parezca más a Antonio (de jugador, por supuesto) que a Aranda. De momento, seis puntos avalan la ilusión; habrá que esperar que dure.

Como los aficionados de este equipo somos unos benditos (por más que nos tachen de apáticos y de poco comprometidos, por más que nuestro bien querido presidente nos lance la pulla velada de que “el Albacete será lo que quieran los albaceteños”, en una frase que repite cada vez que habla, vamos, que se gusta, que quiere que la frase dichosa entre en el Olimpo de las citas) vamos y nos da por ilusionarnos con lo que hemos visto en un partido regular contra la Ponferradina y lo que nos han contado que pasó en Elche, que, a juzgar por lo que pregonan los medios, fue que los nuestros apisonaron a los ilicitanos como hacía el Dream Team de Cruyff en su apogeo. Más mesuradamente pienso yo que me bastaría con aquellos partidos del año del último ascenso, en los que se pasaba con solvencia por la mayoría de los campos. Y pienso también que no hace falta jugar como el Brasil del 70 para optar a ascender a Primera; esa, y no otra, es la deuda que tiene contraída el Consejo, el cuerpo técnico y los jugadores frente a la afición: devolver a éste equipo a la categoría que nunca debió perder; y si no pueden, puerta.