Área Pequeña

Ayer por la tarde, viendo cómo los árbitros arruinaban las esperanzas de medalla de la selección de Ponferradina-Albacete Balompiébalonmano, jugaba a colocar tan triste episodio en el ranking de grandes robos a combinados españoles de lo que sea. Paralelamente, construía yo mi propio “top ten” de debacles, ridículos o hecatombes del Albacete Balompié en tiempos recientes. ¿Qué habrá más ominoso que aquel cante de Molina, Santi estirando el cuello hasta romperlo buscando el balón que acababa (no podíamos imaginar el esperpento de la liga de 22) con la primera época del Alba entre los grandes? ¿Aquel desmadre, también con Molina de triste protagonista, la goleada del Depor? ¿Los cuatro goles que nos endosó el Nàstic la temporada pasada? El horror, que decía Kurtz. En Ponferrada asistimos el sábado a otro espectáculo sonrojante. Cuatro goles en cuarenta y cinco minutos; ahí podría estar la crónica. Volviendo al partido de balonmano de ayer, en la última jugada de ataque desesperado de los nuestros, el narrador exclama: “!Estamos jugando sin portero!”. Coño, como el Alba, lo que pasa es que nosotros somos más valientes y lo hacemos durante noventa minutos. Ponemos un espantapájaros y no nos meten tantos goles.

Naufragio, catástrofe, desastre, todo es poco para calificar el estado en que se encuentra la nave. Han saltado todas las alarmas, y nadie es capaz de infundir un mínimo de cordura, no digamos un ápice de optimismo.

Dos y dos son [.....]

[.....] cuatro, de toda la vida. En situaciones límite, se apela a la resistencia heroica, a quemar las naves, a soluciones épicas, que rueden cabezas, a muerte con los nuestros, salir de la UCI, agitar, remover las conciencias, discursos grandilocuentes, los colores, apelar al escudo, al aliento de la masa que hay detrás. Contreras se reúne con los jugadores y les dice que está orgulloso de ellos. Otros equipos cambian de entrenador, aplican con dureza el régimen disciplinario, apartan jugadores, ofrecen cabezas de turco a la sufrida afición. Contreras se reúne con Ferrando y lo mantiene. Antonio y César se enfrentan, Contreras mantiene a los dos. Claro, el director deportivo tiene, por lo menos, las mismas acciones que el presidente, y al entrenador se le debe la intemerata. Así que sólo habría un remedio, que Contreras admitiera su incapacidad para salvar los muebles y que se retirara; también va a ser que no.

La prensa empieza a destapar los entresijos del club. Halcones y palomas afirman ya abiertamente lo crítico de la situación. El Alba no es una cuestión de vida o muerte, es más importante que eso (tomando libremente la célebre cita de Bill Shankly); por lo tanto, las sonrisitas, las salidas de pata de banco y los amagos de dimisión con marcha atrás justificada en el “calentón” están fuera de lugar aquí. Se acabó el tiempo de las comidas opíparas en El Callejón y de las partidas de bolos. Sólo vale una cosa, para Contreras, Ferrando y la plantilla, en este orden. Lo único que vale es la permanencia, primero en los terrenos de juego y después la permanencia en los despachos. Como afirmaba anoche Villaescusa en Libre Directo, la plantilla va a tener que jugar varias finales, pero no menos “match-ball” va a tener que salvar el Consejo para conseguir inscribir al equipo en la Liga BBVA para la 2007/2008. Elche, RM Castilla, Vecindario, serán rivales duros, pero no menos arduo será superar a Hacienda, Seguridad Social, proveedores, y, por encima de todo, la implacable AFE.

Es muy difícil rogar a los sufridores un último esfuerzo, rodear al enfermo casi terminal y proporcionarle los cuidados, a punto de ser paliativos, que requiere una situación tan delicada. Es el momento de regalar entradas, de llenar el campo, de no dejar la responsabilidad última de ver o no cemento en el aficionado individual. A tres días del partido no se vislumbra un entusiasmo desmedido. Empieza otro de los momentos de la verdad. Pero, señores del Consejo, no hagan demagogias baratas, no vendan la modestia del equipo escudándose en la falta de afición, busquen los recursos necesarios y paguen ustedes. O empeñen los Rolex.