Área Pequeña

"Y no hallé cosa en que poner mis ojos que no fuese recuerdo de la muerte"

Con estos versos terminaba Quevedo un gran soneto sobre la decadencia del Imperio. No con tanta Máximo Hernández. Manager General del Albacete Balompiétrascendencia, pero con el mismo sentimiento de pena, se vislumbra el futuro cuando los cada vez menos aficionados que se dejan caer por el Carlos Belmonte (más parece que pasan su tarjeta por el torno como el que ficha un lunes en la oficina, y no que van a disfrutar con un espectáculo deportivo). Y llegan y se encuentran con el gran hallazgo de la temporada: la Revista Aupa Alba, que les lleva al país de Alicia.

No es otra cosa que la gran mentira de los paños calientes cuya única pretensión es ocultar una herida que desangra. Que cesen ya los comunicados del señor León Herrera, quien, en vez de buscar debajo de las piedras aficionados que apliquen el defibrilador al moribundo, aunque sea en forma de grito con sordina, se autocomplace con que los menos de cuatro mil espectadores del sábado despedimos con tibios aplausos a unos muertos en pie. Decir, a estas alturas, que jugando como en la segunda parte el Albacete se salvará, es de trileros de la palabra, charlatanes de la gestión, y ases del tocomocho y la estampita, que practican con todos los que, de buena fe, hemos depositado nuestros dineros y nuestra confianza en la convicción plena de que se iba a pasar mal, pero no tanto.

Que dejen de decir, por favor, que la situación económica se ha arreglado, que se ve la luz al final del túnel y que hay menos abonados porque se han suprimido mil pases de favor. Que miren abajo, al rectángulo de juego, y que sean conscientes de que van a certificar, posiblemente, el fin de la historia del fútbol profesional en Albacete. Veo en la pantalla de televisión a Máximo Hernández gesticular; le he quitado el [.....]

[.....] volumen porque sé lo que dice, lo que repite una y otra vez; un discurso acabado, de confianza loable o más bien de tozudez inconsciente, de huida hacia delante sin sentido.

Cuando todas las alarmas están encendidas, chirrían todos los goznes, y las bombas no dan para achicar la vía de agua, esto es, cuando después de ocho jornadas el Albacete Balompié, denominación por la que ya pocos dan un euro, suma dos puntos, echa uno la mirada hacia el palco y observa a un sonriente presidente del Consejo departir con algunos compañeros de junta; después de haber dado otra vida al entrenador, que ha dilapidado todo su crédito ante todos menos ante los Panadero y Ubaldo, el Dúo Dinámico autor del fracaso deportivo más estrepitoso que ofrece la clasificación, más que sombría. Deben ser ellos los únicos que no saben lo que significa el lastre que supone haber perdido ya la posibilidad de obtener veintidós puntos. Saben positivamente que ni éste ni ningún entrenador va a ganar siete partidos seguidos con este equipo; que caerán victorias, que supondrán un ápice de aliento, y derrotas, que serán una losa; la ley del fútbol, no hay entrenador que la resista, y Quique Hernández caerá igual que han caído cien antes que él.

Siendo Ángel Contreras el presidente más inepto de la historia reciente, se rodeó de algunos elementos valiosos, que consiguieron en una época ocultar sus carencias. Sus vergüenzas se destaparon en la última época, cuando no le quedó ni el último escudero fiel, y su postrera mano derecha prefirió litigar para cobrar las migajas del paro a capitular con él y rendir la plaza, sin barcos pero con honra. Ubaldo tiene más preparación que el honrado comerciante y buen padre de familia, se le supone, puesto que dice vestir toga con soltura y hay quien alaba su oratoria en la tarima de las aulas de la Facultad de Derecho. Sabe inglés y no fuma. Elemental, querido Ubaldo. Si sacas dos puntos en ocho partidos, y tu entrenador ofrece soluciones tácticas tan innovadoras como la defensa de cinco y la fe ciega en un elemento llamado Begoña (masculino singular, Iker de nombre), no hay más solución que una, en el fútbol está todo inventado, y se llama tirar de recurso y confiar en entrenador de colmillo retorcido, que plantee carrera de largo recorrido, ir sumando y sin nervios hasta abril, mes en el cual, después de acumular muchas tensiones, se da con el quid de la cuestión. Que se lo pregunten a Julián Rubio, a David Vidal o a Paco Flores, especialistas del llamado revulsivo.  Por hablar de unos pocos solamente.

Jugarán diez e Iker Begoña. Con esta premisa plantea el partido el entrenador actual, al que podría aplicarse el archiconocido “ni una mala palabra, ni una buena acción”. Luego llega el contrario y se adelanta.  Quique hará tres cambios, ninguno de los cuales afectará, por decreto, al citado Iker, cual si de una vaca sagrada se tratase, y no por venir como vedette de algún primera, que le costó jugar en el descendido Lorca.

¿A qué se puede aspirar así? A empatar algún partido, con suerte y si nos mirara el árbitro sin ojeriza, a sumar tres puntitos. Y ya. ¿A llegar a enero y reforzar? ¿De cuántos puntos estamos hablando? Como en los últimos años, la solución pasa por el palco. Los que dijeron no querer subir al poder están dejando su palabra por los suelos. Aparte de dilapidar el escaso crédito que quedaba en la sede de la Avenida de la Estación, donde ahora reina la prepotencia inconsciente.

Cuentan que el llamado Alzamiento Nacional de 1936 (el golpe de Estado que desencadenó un conflicto fratricida de tres años) lo iba a encabezar un personaje,
el general José Sanjurjo, que andaba exiliado por esos mundos dada su tendencia a la intentona armada. El avión que le conducía aquel día de julio de 1936 al mando supremo que luego usurparía Franco (entonces Franquito) se estrelló antes de despegar por el exceso de peso del aeroplano, ya que el general se había empeñado en cargar el aparato con más baúles de la cuenta, llenos de uniformes y condecoraciones. Esperemos que no corra la misma suerte el consejero Panadero, llamado a conducir, como Sanjurjo, a sus huestes hacia la victoria, y se estrelle con todo el equipo a fuerza de colgarse medallas que le corresponden sólo dudosamente.